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Roberto Blanco
Padres analógicos de hijos digitales. Versión 1.0.

Fecha: 24/06/2014

Autor: Roberto Blanco

Cargo: Psicólogo de Agintzari

Se solía y suele comentar entre los adultos (en delante de manera indistinta, padres, madres o las personas que ejerzan la tutela o guarda), que “es importante y necesaria la formación en las nuevas tecnologías” y, a renglón seguido, una excusa generalizada en relación al uso de las mismas “es que en esto de la tecnología yo no sé mucho, estoy un poco perdido o perdida”. Lo cierto es que la tecnología se ha colocado en un lugar de privilegio (al menos en el primer mundo) y supone un tren del que casi nadie puede o se quiere bajar.


Actualmente, tanto los padres como los profesionales que cuidan y trabajan con la infancia y adolescencia se enfrentan a un nuevo reto o fractura narcisista (entendida como todas aquellas certezas y realidades que han destronado al ser humano de su autoimagen de ser central y todopoderoso. La tierra ya no es el centro del sistema solar, nuestros orígenes están vinculados a los monos, etc.). Vivimos en una época en la que los hijos pueden ser más inteligentes o hábiles que sus propios progenitores en el uso y manejo de la tecnología. Históricamente, la edad otorgaba un estatus y jerarquía tanto en la organización domestica como en la social. Simplemente por la diferencia de edad y la experiencia acumulada, el adulto se colocaba en una posición asimétrica con el niño por la que era quien enseñaba y quien dominaba en todos los aspectos de la vida. Cualquiera que trate con menores (en adelante, niños, niñas o adolescentes menores de 18 años de manera indistinta) observará que se educa a los niños, pero sin duda se aprende de ellos y en ocasiones son los menores los que dan lecciones a los mayores, pero quiero resaltar el hecho de que varias de las generaciones de padres actuales han crecido en la era analógica y ahora viven en la era digital


Los niños  nacidos posteriormente a la décadas de los 80 y 90 pueden ser considerados nativos digitales (Prensky, Marc. 2001.) y en ocasiones la conocen y manejan mejor que los propios adultos. No me refiero solo a que generalmente un menor sea más hábil que sus progenitores en los videojuegos, sino a que en ocasiones son los hijos o las hijas los que instruyen a los progenitores en el manejo de los ordenadores, móviles, redes sociales, etc.


En base a este cambio de roles, se coloca el niño o adolescente llevado por sus pretensiones “omnipotentes” desafiando la autoridad y la ley del adulto con sus herramientas evolutivas recién adquiridas, pero también el adulto coloca al menor, cuando se declaran impotentes a la hora de enseñar y orientar en estas tecnologías.  Se puede perder la noción de la fase evolutiva en la que se encuentran y se puede caer en el riesgo de delegar en las propias nuevas tecnologías la función de orientación, supervisión y guía que todo adulto tiene respecto a los menores que están a su cargo. Es frecuente escuchar a los adultos la idea que sentencia y resume esto: “los chavales de hoy en día son muy listos, mucho más de lo que éramos nosotros a su edad”. A partir de aquí, se suelen producir negligencias parentales al no acompañar y educar a los niños y adolescentes en el descubrimiento, manejo e impacto que el uso de las nuevas tecnologías está teniendo en ellos. Se ha hablado mucho de los efectos positivos de la tecnología, pero resulta interesante detenerse un instante en observar los efectos negativos que también generan en los menores, tales como obesidad, falta de sueño, repercusión en el desarrollo cerebral, adicciones, actitud agresiva, etc. (Official Journal of the American Academy of Pediatrics, 2013). Parece clara la necesidad de regular el uso de las tecnologías en función de la edad de los menores, tarea que corresponde a los adultos y que sin duda genera más de un quebradero de cabeza.


Al mismo tiempo, nos toca vivir de manera transversal el cambio del valor y limites otorgados a  los espacios públicos y privados. Puede suceder que muchos de los aspectos de la vida privada se trasladen de manera relativamente fácil al espacio público, por ejemplo, desde unas fotos que alguien “cuelga” en su perfil de la red social a la que se ha inscrito y que pueden ser vistas por un numero más o menos importante de personas conocidas o no, hasta los programas de tele realidad en los que “voluntariamente” participan una serie de personas y que muestran su intimidad (más de lo que ellos quieran o los programadores puedan controlar). Sin duda, como casi siempre las dinámicas sociales son mas agiles que las reflexiones, leyes, normas, etc. pero lo que parece claro es que no existe el consenso en el mundo adulto de dónde se establecen los límites, por lo que será muy complicado trasladar una cierta coherencia al mundo infantil en este sentido. Las dinámicas sociales públicas y las familiares privadas son diferentes, pero los cambios sociales parecen tan rápidos y nuevos que requieren de un importante esfuerzo de comprensión y negociación entre los adultos de ese núcleo familiar para colocarse en un dialogo y educación con los menores a su cargo. Resulta también significativo escuchar a menores que piden a sus padres que les “confisquen” sus móviles porque se sienten incapaces de no responder a los wasaps, por poner un ejemplo, mientras están estudiando y les dificulta enormemente concentrarse. Es curioso observar como son los menores los que demandan a los adultos que hagan de adultos.


Como titulo general elegiría “las pantallas nodrizas” para referirme a las dinámicas que se van estableciendo entre el ser humano y algunas de las maquinas que se utilizan de manera cotidiana como apoyo, estimulo, etc. en la crianza de los menores. Existen todo tipo de pantallas nodrizas (las pantalla de TV con canales específicos para la infancia y adolescencia, móviles, tabletas, etc.) delante de las cuales el niño o adolescente puede pasar un gran número de horas. En ocasiones, no existe una supervisión o acompañamiento del adulto acerca de los contenidos (tanto de los propios dibujos, series y películas, como de la publicidad que se emite) o del impacto que generan en quienes los está viendo. El adulto, en ocasiones, no está presente para censurar, elaborar, acompañar, escuchar al menor en esta rutina diaria, compartir, disfrutar, etc. Incluso, se producen momentos en los que los adultos permiten que los menores visualicen contenidos adultos o no ajustados a su edad porque “los chavales de hoy en día son muy listos, mucho más de lo que éramos nosotros a su edad” o sencillamente “porque les gusta”. Sin duda, no solo existen riesgos en todo ello, sino que también aparecen posibilidades y riquezas, pero sólo se señalan en este artículo los primeros a modo de reflexión.


Cuando hace unos años, realizamos un taller de educación de los sexos con un colectivo de chicos y chicas sordas, colateralmente, vivimos la experiencia de dirigirnos a unos adolescentes a los que mirábamos, pero que no nos miraban, sino que miraban a la traductora del lenguaje de signos que teníamos a nuestro lado. La sensación compartida por los profesionales de aquel taller era que “algo” se perdía por el camino, y no era culpa de las traductoras. Esa misma sensación tengo cuando viajo en el metro y cada día más personas ponemos más atención en el móvil para comunicarnos con los demás (viajemos o no acompañados). Es incuestionable que hemos ganado cosas, pero también “algo” se ha perdido. Ese “algo” creo que tiene que ver con la implicación, con el “directo”. Ese “directo” se puede categorizar como el “cara a cara”, el mundo real y ese “indirecto” con el mundo virtual. Ambos mundos y tipos de relación conviven y se retroalimentan, pero manejan lógicas y reglas diferentes y diferenciadas. De todo ello, surgen vivencias entre los adultos y progresivamente cada vez mas entre los menores. De este manejo y vivencias entiendo que el adulto se va distanciando voluntariamente del menor, bien sea por su incompetencia disfuncional real, pero sobre todo por la incompetencia aceptada, abriendo una brecha cada vez mayor entre el mundo adulto y el infantil-adolescente. Aun existen varias generaciones de inmigrantes digitales, pero nativos analógicos que además de un sinfín de dificultades, tienen la posibilidad de contrastar en primera persona y en su propia subjetividad todos estos cambios y aportar elementos de mejora. Es también un dato histórico que los cambios y la franja que separa el mundo adulto y el infantil es cada día mayor porque lo aprendido y transmitido sufría pocas variaciones, dejando al educando en una posición más sencilla, pero ante la dificultad, se corre el riesgo de que el adulto se retire progresivamente y deje un poco mas solo al niño-adolescente exigiéndole sea cada vez más autodidacta (como la lógica que llevan los muebles de montaje fácil/hágalo Ud. mismo o los videos tutoriales).


El papel de la imagen y la publicidad requeriría de un artículo a fondo. Únicamente quiero señalar que en la sociedad de consumo, hay que consumir, y los que venden, se encargan de educar para que los demás compren. Entre los que compran o hacen que otros compren, están los niños y adolescentes. Tengo la sensación de que los adultos compran más de lo que se necesita y que entre estas “necesidades”, la tecnología tiene prioridad y cierta “carta blanca”. Estos esfuerzos económicos de los padres hacia los hijos también se pueden entender como una manera de sostener las promesas infantiles, es decir, antes se decía “no puedes porque eres pequeño, luego ya podrás” ahora parece que la idea es “disfruta ahora porque cuando seas grande ya verás”.


La tolerancia de una sociedad al funcionamiento de los niños se funda sobre criterios educativos variables  y sobre una representación de la infancia que depende de ese momento histórico. Los sistemas de protección infantil son relativamente recientes y se encuentran en construcción y evolución. Sin duda, parte de esta revisión debería contar con la mencionada brecha generacional y ayudar a los inmigrantes digitales a trazar más y mejores puentes de comunicación.


Roberto Blanco
 
Soy Psicólogo infantil, Sexólogo, Habilitado como Educador Social. He tenido la suerte de participar como educador social y psicólogo en diferentes servicios de nuestra cooperativa desde 2001 (Eise Leioa, Satevi, Arlobi margen izquierda). Desde 2010 trabajo en el SAT.
 
Últimamente me resulta interesante y desafiante el trabajo en casos de instrumentación. También lo relacionado con la eficacia y eficiencia profesional, así como el paso del tiempo y el envejecimiento.

Comentarios

  • Bittor 30/06/2014 - 12:35:19

    Muy buena reflexión sobre un desafío (uno más) que se cierne sobre la educación de los hijos. Me he quedado pensando... Gracias por escribir en la sección.

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